Nuestros parques y jardines se proyectan y mantienen para el solaz y disfrute de los vecinos, de cualquier edad, y sobre todo para el de nuestros más pequeños,
Es muy frecuente, sin embargo, observar también la presencia, en casi todos, de vecinos que pasean por ellos acompañados de sus mascotas.
Algunos cumplen con la normativa
de llevar atados a sus animales en espacios públicos, pues es
imprevisible el momento en que pueden causar un incidente, bien por el espíritu
juguetón de los mismos, bien por el temor inevitable que pueden causar en
algunos de los pequeños, bien por sus “relaciones sociales” con otros
congéneres si ambos circulan sueltos.
Pero, desgraciadamente,
muchos otros vecinos tan pronto llegan a estos espacios ajardinados sueltan
a sus mascotas y se desentienden totalmente de las actuaciones de las mismas,
dedicándose a hablar por el móvil, a charlar con algún vecino paseante o
simplemente a esperar la hora de volver a llamar al perrito para regresar a
casa.
Entonces, además de los peligros antes citados, se produce una situación mucho más incívica e insalubre, totalmente censurable y sancionable, producida por el descontrol de las defecaciones realizadas por los animales, con la total inhibición de los dueños, por supuesto,
en la recogida de dichos excrementos, que quedan como un elemento más del paisaje, en espera de la llegada de alguien que descuidadamente lo pise, generalmente un niño.
Ya va siendo hora de que todos tomemos conciencia. Tener una mascota no es una obligación, cuidar de que la misma no produzca molestias ni situaciones insalubres, si lo es.
Los derechos de cada uno terminan donde empiezan los de los demás, y las sanciones es lo último a lo que se debe recurrir, pero si la continua llamada al civismo no consigue resultados positivos, habrá que proponer que se apliquen con mayor profusión, rigor y dureza por nuestra Policía, las sanciones que se contemplan en nuestras Ordenanzas.
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