Estupenda reflexión de la Alcaldesa de Torrelodones, Elena Biurrun, que, como indica, es por supuesto extensiva a muchos otros municipios de nuestro Estado, entre ellos el nuestro.
“Transparencia,
para qué.
Tantos años reclamando transparencia a las administraciones, y ahora que la
ley nos obliga a ser transparentes, ya
no importan los hechos ni los datos. Ya no importa la verdad.
Esa es la
conclusión que extraigo de mi experiencia al frente de un ayuntamiento, la
institución más cercana a los ciudadanos, la que más fácil resulta de controlar
porque la evidencia de su gestión está en el entorno más inmediato. En
Torrelodones, y supongo que, en muchos municipios, las noticias falsas son un gran problema. Hay colectivos
ciudadanos que generan opinión a través de foros y redes sociales en los que
difunden información (¿es eso realmente información?) sin fundamento alguno. Y
da igual que publiquemos la documentación completa de los contratos, las
pruebas irrefutables de que tal o cual noticia es falsa. Da igual que
intentemos contrarrestar con datos, cifras y documentos oficiales las
afirmaciones tan falsas como escandalosas de los agitadores.
En esta época
en que la transparencia es, por fin, obligada, esa transparencia no sirve
porque no queremos que nos den la
verdad. Queremos que nos den la razón.
Y la capacidad
para frenar ese fenómeno es pequeña porque quienes tenemos el encargo de la
ciudadanía –no lo olvidemos: las elecciones son las que nos ponen al frente de
las instituciones-, nos debemos a la
gestión de los servicios municipales. Quienes pagan sus impuestos y
depositan en nosotros su confianza, no merecen que dediquemos todo nuestro
tiempo a contestar cada invento, cada bulo, cada noticia falsa divulgada sin
esfuerzo, porque nada obliga a probar lo que un público entregado desea oír.
Merecen que dediquemos nuestro tiempo a trabajar y hacer lo que dijimos que
haríamos, y que no es nada más (y nada menos) que dar cumplimiento al programa
electoral con el que concurrimos a las elecciones. Merecen que dediquemos
nuestro tiempo y esfuerzo a transformar y mejorar la calidad de vida de todos;
para eso se nos ha votado y cobramos por ello. No debemos desenfocarnos mucho
ni alejarnos de ese objetivo.
Al final, sólo
podemos seguir adelante y confiar en que los hechos nos den la razón.
Sabemos que cuatro talibanes de una idea hacen más ruido que 400 vecinos que están ahí como espectadores y
que no dicen nada incluso cuando se llega a la amenaza concreta. La
pasividad es un gran castigo que tenemos como sociedad. Todos somos
profesionales de la queja, pero hacer, analizar y tomar la palabra nos cuesta
mucho como vecinos, como miembros de una comunidad. Llegamos a dejar de ejercer
un derecho que costó mucho más que la transparencia: el derecho al voto. La
abstención muestra que hasta eso se va dejando en manos de otros más ruidosos y
más movilizados.
Sin embargo,
soy optimista. A pesar de tanto individualismo y de que cada vez hay más gente
mirando hacia otro lado, creo que el tiempo nos pone a cada uno en nuestro
lugar. Que será imposible no ver los hechos y los resultados y, que los que no
quieren verlos, acabarán quedándose solos.
Contra la falacia
y la posverdad, desde las administraciones debemos apostar por una comunicación
política clara, concisa y breve, en un lenguaje comprensible para que las cosas
se entiendan, no para hurtar la verdad al ciudadano yéndonos por las ramas.
Debemos ser
receptivos, bidireccionales y transparentes, a pesar de que muchos no querrán
saber la verdad y seguirán difundiendo mentiras que no se sostienen. Defender
tu gestión no es incompatible con reconocer los fallos y asumir las
responsabilidades. Nos toca estar ahí, de forma activa y diaria para una
comunicación rápida, inmediata y personalizada con un ciudadano que está a la
misma altura que nosotros. Ese es el reto.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario