El denominarse liberal
puede quedar muy bien, en principio, si nos ceñimos única y exclusivamente a parte
del contenido filosófico de esta ideología, tal y como la libertad individual, el libre albedrío, los derechos de las
personas, el Estado de derecho, la oposición a los sistemas totalitarios,
autoritarios, dictatoriales y al conservadurismo, y un largo etc. más.
Este discurso así difundido y mil veces repetido queda encajado de forma excelente dentro de
lo que es una campaña electoral que intenta la llegada al poder para obtener el
gobierno de las Instituciones, y así es explotado por los partidos que se denominan liberales y
que no esconden su deriva, sino que se jactan de ello en su currículum y lo
proclaman abiertamente, escondiendo el
resto de su pensamiento liberal.
Pero en esa ocultación, dentro por supuesto del campo del liberalismo económico, y por más
que intenten dulcificarlo, es donde
convergen totalmente con la derecha clásica conservadora, a la que parece
quieren sustituir.
Su posicionamiento en dicho campo les lleva a unificar criterios con ella en todo
lo relativo a la no intervención del Estado (laissez faire), a la redistribución de la riqueza, a la fiscalidad reducida, a la privatización de
los servicios básicos, a la austeridad presupuestaria y en fin a que
cada palo aguante su vela.
De lo anterior se deduce fácilmente, sin realizar
ningún alarde intelectual, que la
derecha conservadora y el liberalismo están totalmente confrontados con lo
que hasta hace poco llamábamos Estado de bienestar,
desgraciadamente en retroceso desde hace unos años, que los partidos de
tendencia socialdemócrata habían conseguido.
No nos engañemos, el Estado de bienestar, es decir
el acceso a una buena Educación, Sanidad, y Transportes, a Seguridad, etc. (todo
ello público), se consigue a través de los impuestos a los ciudadanos, que, eso
sí, deben ser justos, progresivos y bien administrados. Pero el empecinamiento
en bajar los impuestos a quien los paga y no incidir en imponerlos o subirlos a
quien los evita u oculta, que es el
caballo de batalla de este liberalismo, nos lleva a la austeridad, a la privatización, al sálvese quien pueda y quien no pueda
que se aguante.
Eso es lo que ocultan en su discurso electoralista,
además de que su dejad hacer frente
al Estado, es solo una pose relativa
mientras los beneficios son pingües; cuando llega la crisis bancaria o
empresarial son los primeros en pedir la intervención estatal para que les
saque del bache: Privatizar los
beneficios, socializar las pérdidas.
Lo tenemos aún muy reciente, no se nos olvide
cuando nos pidan el voto.
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